domingo, 11 de noviembre de 2012

"RIGOLETTO" (Giuseppe Verdi) - Palau de les Arts - 10/11/12


Y por fin, se levantó el telón... Tras muchas incertidumbres, la temporada de ópera en Valencia ha comenzado con relativa normalidad. No sabemos cómo acabará la cosa, pero de momento ayer se dio el pistoletazo de salida a un ejercicio operístico que se aventura movidito.

Finalmente, las protestas de los trabajadores del Palau de les Arts frente a los incumplimientos de la empresa de los acuerdos laborales pactados a principios de año y ante el ERE que les van a aplicar, se concretaron en una ruidosa concentración en la explanada de acceso al teatro, tras una pancarta en la que se leía 'Sin nuestro trabajo no hay cultura', y el reparto al público asistente de unas hojas informativas con sus reivindicaciones. Se había planteado a la empresa la iniciativa de leer un manifiesto antes de comenzar la representación, pero parece ser que desde la Conselleria de Cultura se opusieron a la propuesta. Ante esa negativa, el maestro Omer Meir Wellber tuvo un bonito gesto cuando subió al podio para iniciar la interpretación de la obra, al coger el manifiesto de los trabajadores y durante unos segundos hacer como si lo estuviera leyendo al público pero permaneciendo en silencio. Finalizados estos instantes, parte del público, principalmente de los pisos altos, prorrumpió en aplausos y hubo algún grito a favor de la cultura.

El paro de dos horas que se había anunciado para la función del próximo martes se ha desconvocado, aunque para las siguientes representaciones se estará a lo que decida una próxima asamblea de trabajadores. En principio la noticia sería para alegrarse si ello respondiera a una decisión libre de los empleados de Les Arts o a un posible acuerdo con la empresa, pero parece que se debe más a una fuerte presión unilateral por parte de ésta. En fin, ya veremos como acaba la cosa…

Si queremos que la actividad del Palau de les Arts se mantenga, los primeros que habremos de responder seremos los espectadores, demostrando con nuestra asistencia que la continuidad de la actividad operística en nuestra ciudad tiene razón de ser. Y el aspecto que mostraba ayer la sala no era especialmente halagüeño. Había una buena entrada, pero siendo inicio de temporada, con una obra tan popular como “Rigoletto” y un sábado por la tarde, lo lógico era que se hubiese podido llenar. Esperemos que en las próximas representaciones, donde los precios de las localidades serán más baratos que en el estreno, mejore la asistencia de público.

Nos  volvió a obsequiar con su ausencia el President Fabra, al que está claro que le interesa menos la ópera que a mí el Reggaeton. Tampoco vi a la Consellera de Cultura con apellido de sheriff de spaguetti-western, que, si realmente no fue a dar la cara en un día como este, demostraría una vez más lo grande que le viene el cargo. Sí estaba por allí el Vicepresidente Císcar, la Delegada del Gobierno y algunos otros carguillos autonómicos de medio pelo, así como la Intendente Helga Schmidt. También se vieron algunas caras conocidas del mundo del espectáculo como el tenor Jorge de León o el ex portavoz del PP en las Cortes Valencianas, Rafael Blasco, actualmente imputado por seis delitos.

Mucho se venía hablando en los medios de comunicación locales acerca de la espectacularidad de esta producción de “Rigoletto” del Teatr Wielki de Varsovia, creada originariamente por el belga Gilbert Deflo hace casi veinte años para La Scala, donde es todo un clásico que se representa periódicamente desde entonces (estos días sin ir más lejos). Desde luego la producción es espectacular. Una grandiosa escenografía ocupa ampliamente, en altura y profundidad, la caja escénica del teatro valenciano, mostrando los diferentes ambientes en los que se va desarrollando la acción, siempre dejándonos la sensación de que lo que se pretende sobre todo es apabullar al espectador visualmente, como con el palacio del Duca que parece casi una catedral. Lo mismo ocurre con el vestuario de la oscarizada Franca Squarciapino, de un barroquismo y colorido ciertamente irreprochables. Menos cuidada me ha parecido la iluminación de Stanislaw Zieba, que pienso que podría haber dado mucho más juego en combinación con el resto de elementos escénicos.

Sin embargo, esa grandiosidad de la escenografía origina un serio inconveniente al haberse unido a los recortes de personal en Les Arts, y para cambiar los decorados se tarda un tiempo excesivo. Francamente, tres intermedios de media hora cada uno en un “Rigoletto” es una exageración y rompe completamente el ritmo de la obra. Que a los 15 minutos de comenzar ya haya un descanso de 30 minutos, me parece imperdonable.
 
Junto a este derroche escenográfico y de vestuario, la propuesta de dirección escénica de Deflo, adaptada para la ocasión por Beata Redo-Dobber, no me pareció nada del otro mundo y no creo que aporte mucho, más allá de epatar visualmente. El manejo de la dirección de actores y los movimientos en escena son bastante simples. La escenografía pienso que está bien concebida para lograr que la acción fluya natural y eficazmente a los ojos del espectador, pero los cantantes y coro estuvieron bastante estáticos y la resolución de algunas situaciones como la entrada del Duca en el patio de la casa de Rigoletto o el tropiezo de éste con Borsa, me resultaron casi de función de colegio.

Así pues, desde el punto de vista visual la producción deja forzosamente una sensación viejuna pero, en conjunto, satisfactoria. Y es especialmente recomendable para aquellos que se enfrenten por vez primera a esta página de Verdi, pues todo se cuenta, más o menos, como marca el libreto, con un atractivo estético añadido incuestionable.

Lo que más me decepcionó ayer fue la dirección musical de Omer Meir Wellber. El israelí transmitió muy poco aliento verdiano. Dejó de lado cualquier esencia purista de la partitura y fue a su bola. Lo malo es que eso se lo pueden permitir genios como su antecesor Maazel, que, dentro de sus particularidades, te pueden maravillar con los resultados obtenidos, pero no quienes, como Wellber, carecen luego de coherencia en su lectura. Volvió a hacer, como en “Tosca”, una interpretación, a mi juicio, caprichosa de los volúmenes y dinámicas, y llevó a cabo una labor de batuta tan atropellada como sus gestos, poniendo en serios apuros a todos los intérpretes. Lo peor ya no fue que con los tempi veloces que imponía arrollase a los cantantes, sino que además demostró su incapacidad para, en esos momentos, controlar la situación y coordinar foso y voces. Ayer, sin embargo, no fue tan inclemente con el volumen como en otras ocasiones, apreciándose un intento de ajustar el mismo a los cantantes, pero cuando moderaba volúmenes se perdía tensión y, lamentablemente, el color orquestal se difuminaba y el alma que debe impregnar los sonidos que surgen del foso no se encontraba por ningún lado.

Lo anterior no quiere decir que las prestaciones de la Orquestra de la Comunitat Valenciana no hayan sido óptimas en cuanto a ejecución, porque sí lo han sido, pero más por la maestría de los atriles que por la labor del director. Impresionantes resultaron los sonidos del cello solista de Guiorgui Anichenko en el encuentro entre Rigoletto y Sparafucile, o la maravillosa conjunción de la sección de cuerdas al completo en la entrada de Rigoletto en busca de su hija secuestrada, o las flautas en el “Caro Nome”, o todas las intervenciones de Pierre Antoine Escoffier con el oboe.

Muy bien estuvo también la banda interna formada por alumnos del Conservatorio Profesional de Valencia, bajo la dirección de Ricardo Casero; así como los músicos en escena de la Fundación Desarroya.

En cuanto al Cor de la Generalitat, compuesto en esta ocasión por sus integrantes masculinos, sufrieron también el atropellamiento de Wellber y hubo algunos desajustes, aunque vocalmente su actuación fue óptima.

Ha de destacarse que miembros de Ballets de la Generalitat intervinieron por vez primera en una función en el Palau de les Arts, en concreto en el acto primero.

El reparto vocal a priori no presentaba grandes nombres y responde a la época de vacas flacas que nos toca atravesar. Aquí es donde un buen gestor tiene que demostrar su valía y, con menos recursos, saber sacar adelante una programación que mantenga un nivel de suficiente calidad, porque contratar a las grandes estrellas con talones firmados en blanco lo sabríamos hacer casi cualquiera. Personalmente, yo soy partidario de que los recursos que pueda haber se centren en mantener a toda costa la Orquesta y Coro que son hoy ya un referente internacional y en traer buenas voces, sean más o menos populares. Y la inversión en costosas producciones, la mayoría de las veces infumables, debería ser algo secundario.

El mayor aliciente de un reparto vocal bastante desconocido se centraba en el Rigoletto de Juan Jesús Rodríguez, quien nos dejó muy buenas sensaciones el pasado mes de junio cuando sustituyó a última hora el día del estreno de “Il Trovatore” a Sebastián Catana como Conde di Luna, obteniendo un éxito considerable. Pero Rigoletto son palabras mayores. Y creo que el barítono onubense pasó la prueba con nota. A mí desde luego me gustó mucho. Rodríguez tiene una voz cálida, plena, bien colocada, muy homogénea y con auténtico timbre baritonal. Rigoletto es un papel que conoce bien y que seguro que irá perfeccionando. Debutó con él en Jerez y también lo ha cantado en teatros como Parma, Torino o Tenerife. Ayer demostró una entrega absoluta, hilvanando un fraseo con todo el color verdiano del que carecía el acompañamiento orquestal. Su “Cortigiani” resultó emocionante, en la “Vendetta” dio el agudo final y lo mantuvo con potencia, y se marcó un “Pari siamo” notable, con intencionado fraseo y espléndido legato. En el aspecto negativo hay que decir que Rodríguez ofreció a lo largo de la noche poca variedad de matices, y su interpretación quizás no acabase de transmitir la pluralidad de pasiones que convergen en el poliédrico personaje, resultando algo plana en el aspecto dramático.

Erin Morley, en el papel de Gilda, fue otra de las triunfadoras de la noche. La soprano norteamericana es un jilguerillo, de voz pequeña, clara y con estrecho vibrato, que llevó a cabo una buena actuación, con una emisión segura tanto a voz plena como en las medias voces. A mí me gustan las Gilda con voces de más peso, sobre todo para afrontar la parte final de la obra, pero he de reconocer que el “Caro Nome” estuvo excelentemente cantado, con unos trinos de manual y una coloratura nítida y precisa. Es verdad que sus graves carecen de cuerpo, pero esto en una Gilda importa poco.

Iván Magrì, como el Duca, me gustó bastante menos. El tenor siciliano mostró un incuestionable poderío y brillantez en los agudos y una emisión potente, pero su línea de canto se presentaba descuidada y poco refinada, con un centro aquejado de un vibratillo cuasi caprino. Hacía esfuerzos por matizar y apianar, pero entonces perdía la impostación. En “Parmi veder le lagrime” dejó en evidencia sus problemas de fiato y sus respiraciones a destiempo deslucieron su fraseo. El pobre ni siquiera tuvo oportunidad de ser aplaudido tras “La donna è mobile” ya que Wellber no hizo la paradinha estratégica para permitirlo. Por cierto, a este chico nos lo vuelven a colocar esta temporada en “I due Foscari”.

Paata Burchuladze está actualmente en un estado vocal bastante lamentable y su Sparafucile transmitió la maldad del personaje más a base de tablas que de rotundidad canora.

Adriana Di Paola fue una Maddalena de escasa relevancia. Es verdad que el personaje no tiene un gran protagonismo, pero en el último acto tiene que tener la suficiente entidad vocal como para no pasar inadvertida en el cuarteto ni destrozarlo y ayer Di Paola no lo logró.

El jovencísimo bajo mongol (de Mongolia) Amartuvshin Enkhbat, como Monterone, lanzó su maldición desde el centro del escenario, pero su voz, con una emisión cuasi anal, parecía provenir de las entrañas mismas de la tierra. Lo malo es que en la función del día 24 está anunciado que encarnará el papel de Rigoletto.

En general todos los secundarios estuvieron bastante correctos, especialmente Marina Pinchuk, Mario Cerdá y Miguel Ángel Zapater.

El público de nuevo volvió a iniciar los aplausos de los finales de acto con muchísima antelación a que la música dejase de sonar. Hay quienes deben estar mirando toda la representación el telón para en cuanto lo vean descender un centímetro empezar a dar palmas. Eso sí, luego esos mismos suelen ser los que salen a la carrera de la sala. Al final hubo ovaciones para todos los artistas, aunque con especial intensidad para Juan Jesús Rodríguez y Erin Morley. También fue aplaudida la dirección de escena, saliendo a saludar una mujer rubia (supongo que la directora de la reposición Beata Redo-Dobber) quien se volvió como loca en el escenario, adelantando por su cuenta para que saludasen, casi a empujones, sin ningún criterio, a quien pillaba más a mano, ahora Monterone, ahora Gilda, ahora un Paje, ahora Wellber... Sólo faltó ver entrar a una pareja de mocetones con batas blancas y que se la hubiesen llevado con una camisa de fuerza.

Bueno, pues la temporada 2012-2013 en el Palau de les Arts ha dado comienzo. Ya veremos si, con la colaboración de todos, se puede conseguir que además la podamos finalizar con normalidad y puedan encararse temporadas futuras sin este ambiente de incertidumbre y provisionalidad que se vive ahora mismo.


video de PalaudelesartsRS
 

15 comentarios:

  1. Me gustó mucho "Rigoletto" anoche. La orquesta, pese a las bajas, y el Coro siguen siendo excelentes. Me encantó los decorados, vestuario y puesta en escena. Lástima que los largos descansos terminasen convirtiendo "Rigoletto" en una ópera "a trozos" y sin conexión. Juan Jesús Rodríguez cantó un más que notable "Rigoletto". ¡Qué pena que no matizara psicológicamente el personaje!. Hilando muy fino, no se puede cantar igual la primera parte de "Cortigiani, vil razza dannata, (...)" que es una canto furioso contra los cortesanos, que la segunda, a partir de "Ebben, piango, Marullo, signore, (...)" que se convierte en un lloro, una súplica a los cortesanos a los que segundos antes aborrece. Gran descubrimiento Erin Morley. Dibujó una "Gilda" magnífica, con su voz pequeña, de bellísimo timbre y excelente manejo en las coloraturas. Estuvo a un gran nivel toda la noche. Más flojo me pareció Ivan Magri, con una voz un poco metálica. No cantó mal, pero tampoco fue un tenor maravilloso. Esperaba mucho más de Paata Burchuladze que estuvo muy justito, irreconocible si comparamos su "Boris" del año pasado. Adriana di Paola es una Maddalena muy mejorable, pero no destrozó el cuarteto "Bella figlia dell'amore, (...)". Bien el resto del reparto. En resumen, un buen "Rigoletto" para los tiempos que corren. Quien no lo tenga claro, que se anime. No se arrepentirá.
    Un aficionado a la ópera.

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    1. Compartimos opiniones, quizás tú lo has descrito desde un punto de vista más positivo, pero el análisis es muy coincidente. Aunque yo pienso que Di Paola fastidió bastante el maravilloso cuarteto, como también lo hizo en cierto modo el timbre metálico y chirriante de Magrì.
      En cualquier caso me uno a tu llamamiento a que la gente se anime, porque lo pasará bien.

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    2. A mí sí me gustó el tenor Ivan Magri, con una voz poco agraciada pero con una impactante proyección y buena musicalidad. Me alegro de que protagonice I due Foscari.

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    3. Pues yo no me alegro mucho... Ayer estuvo muy inseguro y perdido.

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  2. Nosotros tenemos abono D para el próximo miércoles, pero dado que en vez de protestar el día del estreno (como debería ser) hay amenazas de que sea este día el de los restrasos y cortes, lo cambiamos y vamos el viernes. Por lo menos si nos hacen acostarnos a las tantas al día siguiente no se madruga...
    La verdad es que los aficionados estamos en un AY!, una vez que hemos logrado tener ópera en Valencia, y de qué nivel, vemos como todo peligra de forma alarmante. En nuestro caso este año no deberíamos haber renovado el abono,nuestras circunstancias economico-laborales así lo aconsejaban, pero al final nos ha sabido mal y seguimos un año más. Espero que el "sacrificio" valga la pena.

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    1. Somos muchos los que seguimos con el abono fundamentalmente por no contribuir al desmantelamiento de Les Arts. Como dices, ahora lo que hace falta es que los responsables del teatro y de los dineros hagan los deberes, sean sensatos y defiendan también la ópera y la cultura.
      Ya me contarás tus impresiones cuando vayáis.
      Un saludo

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    2. Bueno pues mi calificación global sería de pasable.
      Los descansos esos de media hora fueron la muerte del hilo de la ópera.
      El tenor como tú dices tiene buena voz pero hay que pulirlo y mucho: a mí no me gustó nada.
      Gilda fue sustituida por indisposición por otra cantante, que como no nos dieron ni un mísero papelito no recuerdo quién era. No lo hizo mal pero sacaba unos "fiati" casi agónicos que pensabas que en cualquier momento se le iba a quebrar, aunque nunca ocurrió.
      Rodriguez me gustó en cuanto a canto pero no me transmitió nada en la parte actoral.

      El teleñeco (Omer) estuvo muy pendiente de los cantantes y un par de veces que el tenor se le fue se vio perfectamente como lo abroncaba con un gesto.

      El público más educado que el de mi turno, sería porque estaba rodeado de guiris... la platea llena a rebosar y muchísimo extranjero: señora Helga, sería un detalle de buena educación que la locución de comienzo se hiciera también en inglés, un detalle barato pero detalle.

      Y el cátering tenía una pinta estupenda!, para una vez que nos cortamos...

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    3. Helen Kearns era la soprano.

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    4. Yo estuve ayer otra vez y el tenor tuvo una noche espantosa, perdiéndose continuamente. El teleñeco que dices tú (ja, ja) no sé si le abroncaría, pero él también merecía unas cuantas reprimendas por atropellar a los cantantes sin compasión, no en volumen, pero sí en velocidad.
      La mejor noticia, que el teatro estaba prácticamente lleno.
      Gracias por compartir tus opiniones.

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  3. Los trabajadores del Palau de Les Arts fueron muy inteligentes el Sábado. Su protesta comedida, impactante con el detalle del Maestro Wellber, ha logrado su objetivo: salir en todos los medios de comunicación. Han demostrado que con sentido común se puede protestar contra el injusto atropello que están sufriendo por parte de nuestro impresentable Consell y en especial por el Conseller de Economía D. Máximo Buch y la Consellera de Cultura Dña. Lola Johnson (de ambos podríamos hablar largo y tendido, y no precisamente bien) y demostrar, una vez más, su profesionalidad e implicación con el Palau de Les Arts, no perjudicando el espectáculo ni a los espectadores. Les felicito por su inteligencia y comparto su protesta. Ante futuras reivindicaciones les aconsejaría, modestamente y desde mi punto de vista, seguir en esta misma línea inteligente. No se gana nada si uno se tira piedras contra su propio tejado. A estas alturas y en las circunstancias actuales, suspender una ópera, la que sea, creo que sería un error garrafal. Ya ha costado mucho renovar abonos (entre las dos últimas temporadas hay más de mil bajas), vender entradas de funciones sin Director, reparto ni producción, como para ahora sembrar la incertidumbre de si compro una entrada, ¿tendré ópera?, ¿perderé el dinero?, ¿saldré a una hora inasumible?. Sería un error imperdonable perjudicar la taquilla. La gente de Valencia aún puede comprar entradas y esperar a lo que pase, pero, ¿y todas las que se venden a gente de fuera? ¿Quién va a comprar una entrada con la inseguridad de si va a haber función o no y a qué hora, si ha de programar un viaje?. No lo hará nadie. Para eso me voy a otro teatro donde se seguro que tengo función.
    Respetando totalmente las decisiones que tomen los trabajadores del Palau de Les Arts en la justa defensa de sus derechos y puestos de trabajo, les animo a seguir en la línea inteligente iniciada y a no tomar medidas contra los espectadores que no tienen la culpa de nada, obligando a suspender alguna función.
    Un aficionado a la ópera

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    1. Los trabajadores son los primeros que no quieren perjudicar al público, el problema estará en que no les dejen otra alternativa para hacerse oír.

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    2. Lamentablemente, como bien dices, no les dejarán otra alternativa. La Sra. Johnson desconoce totalmente el mundo de la Cultura y aún debe estar preguntándose cómo es posible que sea Consellera. Poco podemos esperar de ella. Quien lleva la voz cantante y mueve los hilos es el Conseller de Economía D. Máximo Buch, hombre que viene del mundo de la empresa, teóricamente bien preparado, que ni podía imaginar que iba a ser Conseller ( el Presidente Sr. Fabra ni le conocía ni había oido hablar de él nunca). Autor del Decreto de creción de ¿¿¿CulturArts???, es un hombre serio, radical en sus planteamientos, inflexible, despreciativo con los trabajadores, incapaz de dialogar ya que se cree en posesión de la verdad y que sus planteamientos son los únicos válidos. Se nota su ascendencia alemana. ¿Qué podemos esperar de quien considera que el sector público empresarial valenciano es "suyo"?. Gente que le conoce dice que ha cambiado radicalmente a mal y que ya se ha convertido en un político más, como todos los otros y no en lo que parecía cuando le nombraron. Con este panorama, ¿qué podemos esperar?: a corto plazo huelgas por no tener otras alternativas y a medio plazo la desaparición del Palau de Les Arts, ya que CulturArts se convertirá en un engendro para "amiguetes" de los políticos de turno, que hundirán del todo nuestro (de todos los valencianos, no de ellos) Palau de Les Arts. Si a eso unimos la escasa "devoción pública" por la ópera de los dirigentes de los partidos de la oposición ya que, en privado, se les vé muchas veces por el Palau de Les Arts, mal futuro tiene el tema después de las próximas elecciones autonómicas que podrían depararnos un tripartito, de nefasta experiencia en otras partes. En fín, poco a poco, lo que sea, será. La pena es lo que están haciendo nuestras actuales autoridades. Peor imposible.
      Un aficionado a la ópera.

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    3. Estamos en malas manos, pero yo me resisto a pensar que el futuro es tan negro como parece. Quiero creer que entre tanta gentuza y engendro asome en algún momento un destello de sensatez...

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  4. Totalmente de acuerdo con la excelente crítica de Atticus. El señor Wellber consiguió un difícil reto: que la estupenda orquesta sonase a lata. Coincido también en lo molesto que es que se aplauda sin dejar que termine la música. Inaudito que se aplaudiese al tenor ahogante. De todas formas una representación de las que hacen afición.
    Saludos cordiales.

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    1. El tenor ahogante parece que cada día va a peor el pobre.Y Wellber, cuanto más gesticula, peores resultados obtiene.
      Lo de los aplausos deberían planteárselo en Les Arts y esperar un poco más a bajar el telón, visto que la gente en cuanto lo ve moverse ya empieza a meter ruido.
      Gracias por tu comentario. Un saludo.

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